Lapida del cementerio de Bretstein (Austria) con los nombres de cinco republicanos muertos en este campo de exterminio nazi. / EFE |
Un joven español descubre la fosa común donde descansa su abuelo gracias al trabajo publicado en Internet por unos universitarios austriacos
ELPAIS.es / Madrid / Viena 6 marzo 2005 -
Parece una historia sacada del cine, como aquella película de Ken Loach, Tierra y libertad, en la que una joven británica abre un baúl y descubre que su abuelo luchó junto a los comunistas en la guerra civil española. Pero han pasado casi 10 años desde que se rodó el filme y, en la era de las nuevas tecnologías, el baúl donde buscar retazos de la historia familiar se llama Internet. Y lo más curioso es que puedes encontrar sin buscar, sólo por casualidad. Precisamente esto le pasó a un joven canario, Pedro Noda. Hace dos meses, escribió su nombre en un buscador y halló un trabajo publicado por un grupo de universitarios austriacos, en el que cuentan que su abuelo, un republicano huido de España que cayó en manos de los nazis, está enterrado en la fosa común del campo de trabajo externo de Bretstein, perteneciente a Mauthausen. Seis décadas después de la liberación de este campo, la familia de Noda conoce por fin qué fue de su abuelo.
El pasado mes de enero, Pedro Noda, de 29 años, encontró por azar en un buscador de la red una parte de su pasado, al indagar sobre el resultado de un partido de balonmano del equipo en el que juega, el San José Obrero de Lanzarote. "Puse Pedro Noda y saltó eso", asegura aún con cierto estupor al explicar cómo encontró la información sobre la tumba de su abuelo, Pedro Noda de la Cruz, asesinado en el campo de trabajo externo de Bretstein, perteneciente a Mauthausen. En ese remoto lugar de la región austríaca de Estiria lucharon por sobrevivir unos 250 republicanos españoles, clasificados en la letal terminología nazi como apátridas y enemigos del Reich.
"Más o menos, sabíamos que había muerto"
"Estalla la guerra civil y mi abuelo es republicano; al acabar la guerra tiene que salir huyendo, era pescador y embarca a África. Más o menos, sabíamos que al final había muerto porque mi abuela llegó a cobrar una paga de viudedad de Alemania", relata Noda, para detallar que sólo conservan una fotografía de él. El bello paisaje alpino de Bretstein hizo de cárcel de hielo para esos presos, una pieza más del drama colectivo del Holocausto que no habría sido rescatado del desván de la historia de no ser por la tenacidad de Eva Feenstra, una profesora de español de la Universidad de Graz. Los pormenores de la ubicación del campo, hasta hace poco desconocido, parecen propios de una novela: un profesor de religión de la localidad de Bretstein, Franz Stuhlpfarrer, desempolva su existencia en 2002 y localiza a uno de los pocos que escaparon con vida, Eduardo Escot, que le facilita un croquis sobre su ubicación.
El Ayuntamiento toma conciencia de lo que allí sucedió, y con apoyo institucional, organiza un exposición y digna con una lápida la fosa común donde yacen al menos cinco prisioneros españoles, mientras Feenstra trata de hacer pública la historia de esos republicanos con ayuda de sus alumnos. "Empecé a darme cuenta de que, con una excepción, seguramente ninguna de las familias supo jamás dónde estaba enterrado su hermano, padre, hijo. Por lo tanto, decidí que había que hacer algo para dar a conocer el nombre de esos cinco hombres", explica Feenstra, originaria de Gran Canaria, pero residente en Austria desde hace dos décadas. Lo extraordinario de la historia es la existencia de la fosa común, en la que están enterrados cinco españoles aunque no se descarta que haya más, ya que las SS, en su minuciosa planificación de la muerte, devolvía los cadáveres a Mauthausen para ser incinerados.
Los republicanos españoles empezaron a sustituir a prisioneros de guerra franceses en Bretstein en el verano de 1941 con la misión de construir una carretera que facilitase el acceso a una granja de las SS. Se erigieron dos barracas para 300 internos, otras instalaciones para la treintena de miembros de las SS que los custodiaban y cinco torres de vigilancia para evitar fugas. Además del frío, del duro trabajo y las malas condiciones de vida, tuvieron que sobrellevar las humillaciones del kapo del campo y la primera víctima mortal se registró ya en noviembre de 1941. "Al parecer se produjeron varios intentos de fuga", relata Feenstra, quien explica que "en el primero, según cuentan, murió uno de los presos, pero también le costó el cargo al 'lagerführer', es decir, al jefe de las SS del comando.
Su cadáver, expuesto en el campo
El segundo intento fue descubierto en plenos preparativos y acarreó crueles represalias contra los responsables". "Es una de las historias que se ocultan tras los nombres de la lápida conmemorativa en el cementerio de Bretstein. Por lo que yo he leído, sospecho que el presunto cabecilla de la fuga planeada, Pedro Noda de la Cruz, de 28 años, fue brutalmente apaleado, atado a una carreta y arrastrado por todo el recinto hasta causarle la muerte. Su cadáver maltrecho fue expuesto en el campo en señal de amenaza y escarmiento", relata la profesora. "Los acontecimientos no sirvieron de escarmiento. La desesperación llevó a otro grupo a echarse al monte en otra ocasión. Fueron perseguidos, atrapados y ejecutados a disparos mientras huían por las montañas", detalla.
Entre los motivos de las repetidas fugas de los españoles estaba su creencia errónea de encontrarse en la región del Tirol, con la falsa esperanza de hallar Suiza, país neutral en la II Guerra Mundial, a pocos kilómetros. Cuando los primeros soldados estadounidenses liberaron Mauthausen el 5 de mayo de 1945, los supervivientes de ese campo de la muerte regresaron a sus países y fueron homenajeados como la memoria viva de la barbarie. Pero los españoles, vencidos y perseguidos, declarados apátridas por el régimen franquista, nunca tuvieron un país al que volver.
El pasado mes de enero, Pedro Noda, de 29 años, encontró por azar en un buscador de la red una parte de su pasado, al indagar sobre el resultado de un partido de balonmano del equipo en el que juega, el San José Obrero de Lanzarote. "Puse Pedro Noda y saltó eso", asegura aún con cierto estupor al explicar cómo encontró la información sobre la tumba de su abuelo, Pedro Noda de la Cruz, asesinado en el campo de trabajo externo de Bretstein, perteneciente a Mauthausen. En ese remoto lugar de la región austríaca de Estiria lucharon por sobrevivir unos 250 republicanos españoles, clasificados en la letal terminología nazi como apátridas y enemigos del Reich.
"Más o menos, sabíamos que había muerto"
"Estalla la guerra civil y mi abuelo es republicano; al acabar la guerra tiene que salir huyendo, era pescador y embarca a África. Más o menos, sabíamos que al final había muerto porque mi abuela llegó a cobrar una paga de viudedad de Alemania", relata Noda, para detallar que sólo conservan una fotografía de él. El bello paisaje alpino de Bretstein hizo de cárcel de hielo para esos presos, una pieza más del drama colectivo del Holocausto que no habría sido rescatado del desván de la historia de no ser por la tenacidad de Eva Feenstra, una profesora de español de la Universidad de Graz. Los pormenores de la ubicación del campo, hasta hace poco desconocido, parecen propios de una novela: un profesor de religión de la localidad de Bretstein, Franz Stuhlpfarrer, desempolva su existencia en 2002 y localiza a uno de los pocos que escaparon con vida, Eduardo Escot, que le facilita un croquis sobre su ubicación.
El Ayuntamiento toma conciencia de lo que allí sucedió, y con apoyo institucional, organiza un exposición y digna con una lápida la fosa común donde yacen al menos cinco prisioneros españoles, mientras Feenstra trata de hacer pública la historia de esos republicanos con ayuda de sus alumnos. "Empecé a darme cuenta de que, con una excepción, seguramente ninguna de las familias supo jamás dónde estaba enterrado su hermano, padre, hijo. Por lo tanto, decidí que había que hacer algo para dar a conocer el nombre de esos cinco hombres", explica Feenstra, originaria de Gran Canaria, pero residente en Austria desde hace dos décadas. Lo extraordinario de la historia es la existencia de la fosa común, en la que están enterrados cinco españoles aunque no se descarta que haya más, ya que las SS, en su minuciosa planificación de la muerte, devolvía los cadáveres a Mauthausen para ser incinerados.
Los republicanos españoles empezaron a sustituir a prisioneros de guerra franceses en Bretstein en el verano de 1941 con la misión de construir una carretera que facilitase el acceso a una granja de las SS. Se erigieron dos barracas para 300 internos, otras instalaciones para la treintena de miembros de las SS que los custodiaban y cinco torres de vigilancia para evitar fugas. Además del frío, del duro trabajo y las malas condiciones de vida, tuvieron que sobrellevar las humillaciones del kapo del campo y la primera víctima mortal se registró ya en noviembre de 1941. "Al parecer se produjeron varios intentos de fuga", relata Feenstra, quien explica que "en el primero, según cuentan, murió uno de los presos, pero también le costó el cargo al 'lagerführer', es decir, al jefe de las SS del comando.
Su cadáver, expuesto en el campo
El segundo intento fue descubierto en plenos preparativos y acarreó crueles represalias contra los responsables". "Es una de las historias que se ocultan tras los nombres de la lápida conmemorativa en el cementerio de Bretstein. Por lo que yo he leído, sospecho que el presunto cabecilla de la fuga planeada, Pedro Noda de la Cruz, de 28 años, fue brutalmente apaleado, atado a una carreta y arrastrado por todo el recinto hasta causarle la muerte. Su cadáver maltrecho fue expuesto en el campo en señal de amenaza y escarmiento", relata la profesora. "Los acontecimientos no sirvieron de escarmiento. La desesperación llevó a otro grupo a echarse al monte en otra ocasión. Fueron perseguidos, atrapados y ejecutados a disparos mientras huían por las montañas", detalla.
Entre los motivos de las repetidas fugas de los españoles estaba su creencia errónea de encontrarse en la región del Tirol, con la falsa esperanza de hallar Suiza, país neutral en la II Guerra Mundial, a pocos kilómetros. Cuando los primeros soldados estadounidenses liberaron Mauthausen el 5 de mayo de 1945, los supervivientes de ese campo de la muerte regresaron a sus países y fueron homenajeados como la memoria viva de la barbarie. Pero los españoles, vencidos y perseguidos, declarados apátridas por el régimen franquista, nunca tuvieron un país al que volver.