domingo, 23 de agosto de 2015

Matías Gimeno, la historia oculta

Matías Gimeno Orts, a la izquierda. A la derecha de la imagen, de pie, Juan Bautista García Sales, el soldado muerto. La fotografía fue tomada el día de la jura de bandera, en los cuarteles de Ceuta. / FOTOGRAFÍA CEDIDA POR LA FAMILIA  

Francisco Sánchez Montoya el Faro de Ceuta 28/9/14
El 29 de septiembre de hace 70 años, un joven soldado valenciano fallecía en Ceuta, su compañero de milicia y paisano Matías Gimeno, narró la historia que ocultó, en el diario El País: “No falleció de apendicitis como se le comunicó a la familia de la víctima, sino por la agresión de un mando que acosaba a los reclutas por “rojos”.

Juan Bautista García Sales, estaba destinado en el primer Batallón de Autos de Marruecos. Matías continúa con su narración… “cometió el error de confundir el paso durante la instrucción que realizaba en la explanada del puerto de Ceuta. Y lo pagó con su vida, tras una agonía de 11 días en el hospital militar. El Ejército echó tierra sobre el asunto: comunicó a la familia que había fallecido como consecuencia de una peritonitis. Fue una injusticia muy grande y no se podía hacer nada. La dictadura era un muro inmenso, el brigada le golpeó en la cabeza y empezó a echar sangre por la boca y los oídos. Lo reventó”.

Matías Gimeno Orts, de Roca, la vecina pedanía de Meliana (Valencia), recibió un permiso de 11 días con el encargo de entregar a la familia del fallecido su ropa y pertenencias. Era su mejor amigo. Batiste, como era conocido por familiares y amigos, había muerto con la cabeza sobre su brazo el día de San Miguel (29 de septiembre) a las siete y media de la tarde, dos días después de haber cumplido 22 años. Matías presenció lo ocurrido y 70 años después todavía no ha podido olvidarlo, cuenta al periodista del País. Ahora tiene 92. Es un labrador retirado que vive el último tramo de su vida rodeado de jaulas con jilgueros, pardillos y verderones, y no quiere morir sin que se sepa la verdad sobre la muerte de Batiste, a quien define como “una bellísima persona, un brigada nos tenía ojeriza a los valencianos porque veníamos de zona republicana. Había terminado la guerra y aquí éramos rojos. Nos insultaba constantemente”.

Matías Gimeno Orts, rodeado por familiares de Juan Bautista García Sales, sostiene la foto de la víctima a la derecha y la suya, a la izquierda. / JESÚS CISCAR

Matías lo estuvo visitando en la cama número 83 del hospital militar de O´donnell hasta el momento de su muerte. Ese día recibió un recado desde el hospital: “Si quieres ver a Bautista vivo, ven, que está muy malito”. A los parientes se les recomendó que mejor no fueran a verlo. Los compañeros pasaron la gorra y pagaron un nicho en el cementerio de Santa Catalina, del que cinco años después, sin aviso, fue exhumado y trasladado a una fosa. Desde entonces reposan allí sus restos. Batiste había estado de permiso en Foios un mes antes de morir, por las fiestas del pueblo. Hacía 11 meses que había salido de allí para cumplir el servicio militar. Batiste trabajaba de mecánico en Ferrocarriles Españoles de Vía Estrecha y ayudaba a sus dos hermanos en el campo. Aunque el ambiente en los talleres de FEVE estaba muy politizado durante la guerra, Batiste no había militado en ningún partido ni sindicato.

Pero con la llegada de la democracia, Matías Gimeno contó la verdad al periodista Miquel Alberola del diario El País. Un sobrino del soldado asesinado, el periodista Vicent García Devís, había iniciado una investigación a raíz del testimonio de Matías Gimeno, el soldado que presenció la muerte violenta de su amigo desde una fila del mismo batallón. Y Matías se lo contó a Vicente García Sales, el hermano de Batiste y padre de Vicent: “Mi padre me transmitió ese malestar, que es como una herida familiar sin cerrar, y sentí que tenía que hacer algo”.

Hace 23 años, que Vicent acudió al Ayuntamiento de Ceuta, consiguió una fotocopia del libro de defunciones y averiguó en qué nicho había sido enterrado su tío. Iba con el propósito de recuperar sus restos para llevarlos al cementerio de Foios e inhumarlos junto a los de sus abuelos. “Me los habría traído en una caja de zapatos si hubiese podido”, se sincera. Pero se encontró con que el nicho estaba ocupado por los restos de otra persona: “Por lo visto, los amigos, que debían de tener muy poco dinero, adquirieron una concesión de uso de solo cinco años, pero nadie preguntó a la familia si la quería renovar”. Tras una investigación posterior descubrió que sus restos, “en solo tres minutos”, habían sido retirados del nicho y depositados en la fosa del patio número cinco. “Lo primero que hice fue llevarle un ramo de flores, el primero que podía ofrecerle la familia después de tantos años. Tomé una fotografía y la mostré a mis parientes”.

Investigar lo sucedido
Vicent García, sobrino de Batiste, se sentía impulsado a hacer lo posible para reparar su memoria… “Lo hice sin decir para qué quería la información, ya que en el ámbito militar todo va gota a gota y siempre te dan lo mínimo”. Así obtuvo el expediente personal de Batiste, con el documento que el jefe del Batallón de Autos de Marruecos mandó a la Guardia Civil para que, dos días antes de su fallecimiento, comunicara a la familia que el soldado “se encuentra mejorando de la enfermedad que padece”. Y encontró el expediente del hospital militar, cuyo resumen histórico detalla que el soldado ingresó con “apendicitis”: Presenta fuertes dolores en fosa ilíaca derecha y defensas en paredes. Fórmula y recuentos elevados. 16.600 leucocitos. Intervenido mediante raquianestesia, se encuentra el apéndice en malas condiciones, se le extirpa y se le coloca un drenaje de goma. Se da parte de gravedad por peritonitis consecutiva de apendicitis.

Homenaje en Ceuta por parte de Memoria Histórica del País Valenciano
El Grupo de Memoria Histórica del País Valenciano, le rindió junto a sus familiares un homenaje en Ceuta, a instancias del sobrino de Batiste, Vicent García, con la ayuda del consejo del Grupo de Recuperación de Memoria Histórica de la Fundació Societat i Progrés, representada en Matías Alonso.  Se desplazaron hasta el cementerio de Santa Catalina, donde se descubrió una placa. Tomo la palabra Vicent, habló a los presentes en este modesto pero emotivo homenaje, para concluir con la reproducción de una grabación que portaban, en el silencio del cementerio sonó la “Muixeranga”, una canción tradicional valenciana. Vicent García comenta sobre ese acto en Ceuta: “En el eché en falta alguna referencia a la soledad, a la falta de reparación simbólica por parte de las autoridades democráticas. A la clandestinidad, a que ninguna autoridad civil, ni militar acudió al acto, a que no hemos recibido ni una sola nota de reparación simbólica por las autoridades democráticas de Ceuta o de la península, como representantes del Estado. Eso, me hubiera gustado, porque era la idea medular de la reclamación. Nadie quiere venganza, pero parece que las autoridades hacen oídos sordos a todo lo que es todavía nuestro doloroso presente” concluyó Vicent García.

“Vicent García Devís ha viajada por medio mundo, y se le quedaba el gusanillo con la historia”, recuerda Amparo Gimeno, la hija de Matías Gimeno: “Le quedaba la pena y hablando un día mi hermana con otra chica de aquí, resulta que casi son familia y le presentó a Vicent. ‘Si lo que tú me cuentas de tu padre cuando hizo el servicio militar, casi que es la misma del mío. ¿Podríamos ir a hablar con tu padre, y ver si coinciden las fechas y los datos?, preguntó Vicent”, Hasta ahora, los últimos represaliados comprobados eran de agosto de 1944. Fue precisamente gracias a estas historias con las que Matías Gimeno hacía pasar el rato a sus hijos como la familia del soldado Batiste descubrió la existencia de un testigo presencial de los hechos que aún vivía. “En mi familia preferían ocultarlo, pero nos lo habían contado mis padres, mis tíos. Todos sabían la verdad”, explica Vicent. Gimeno también contó, en cuando pudo, lo que pasó, y fue una censura impuesta por ellos mismos.

En este 29 de septiembre se cumplen 70 años de la muerte de Batiste, su sobrino, el periodista Vicent García Devís, asegura: “Juan Bautista García Sales, “Batiste”, como le llamaban en casa, murió asesinado en Ceuta, mientras realizaba su servicio militar. Salió de su pueblo, Foios, acompañado de su hermana Rosario, en plena semana fallera de 1943. Era mecánico de trenes y nunca había salido de Valencia. Tres días duró el viaje, recorrió 808 kilómetros. En septiembre de 1944, Batiste fue ingresado en el Hospital militar con un fuerte derrame interno, tras los golpes que le propinó el suboficial, porque había perdido el paso”. Vicent continua con su relato: “Pero, como tantas otras falacias y mentiras médicas de la época, Batiste murió en brazos de su amigo Matías, oficialmente de una septicemia provocada por una apendicitis mal resuelta. Su madre, Amparo, viuda, con 9 hijos a su cargo, recibió un telegrama oficial el día anterior asegurando que su hijo mejoraba y que se encontraba bien: ¡que no viajaran a Ceuta que pronto se repondría!”, concluyó García Devis.

Agosto de 1944
En el año que falleció Batiste, fueron fusilados las tres últimas víctimas de la represión en Ceuta, los alicantinos Congost, Reinares y Ramón Valls. La frase “siempre nos queda Tánger” era la más pronunciada por los cientos de republicanos que desde Ceuta, el Protectorado en Marruecos y las ciudades costeras andaluzas huían del golpe. Desde un primer momento en Tánger se crea una resistencia al franquismo, realizando desde la finalización de la Guerra reuniones en Ceuta y en las vecinas ciudades del protectorado, Tetuán o Larache. Los servicios secretos de Franco los tienen vigilados, pero no pueden detenerlos. Esta resistencia tiene su fin cuando las tropas de Franco toman Tánger en junio de 1940, muchos pudieron huir a Casablanca, protectorado Francés o vía Marsella al exilio europeo y después al continente americano. Otros se quedaron en Tánger continuando con la resistencia al régimen. La resistencia estaba liderada por el socialista Antonio Castilla. En uno de sus múltiples contactos con los exiliados en Casablanca, les piden que necesitan a un delegado para su apoyo, ya que ellos al ser conocidos en la ciudad están muy vigilados por la policía. Recordemos que en Casablanca se encontraban numerosos españoles exiliados, sobre todo alicantinos, quienes al terminar la guerra pueden huir por los puertos del levante español y cruzar hacia Argelia. Allí tras estar detenidos en los campos de concentración, y pasar penalidades, muchos logran pasar a Casablanca. Tras este llamamiento, se desplaza en agosto de 1941, José Congost. Como el trabajo de captación va en aumento, el recién llegado requiere nuevamente de Casablanca el envío de otros compañeros y a los pocos meses llegaron los jóvenes alicantinos Antonio Réinales, Ramón Valls y Adelo Aguado.

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