Juan Francisco Santana Domínguez
Hoy, 29 de marzo de 2013, se cumplen 76 años del asesinato de unos
hombres que sólo soñaban con un mundo más justo y solidario. Este
escrito ya se publicó en otros medios hace un tiempo y hoy, en memoria
de aquellos hombres, es mi deseo compartirlo con todas y todos los
amigos de este medio que no tiene
impedimentos de fronteras ni de distancias y así aquellos hechos
vergonzosos se puedan conocer mucho más allá de nuestro entorno más
inmediato.
No se puede avanzar pisoteando, a sabiendas, la verdad y los derechos de otros aunque algunos políticos, por mor de sus propios intereses, lo hagan y no tengan ningún tipo de reparo en ello. Se continúa en la búsqueda de símbolos franquistas y no se para en esa denuncia para así poder terminar con cualquier vestigio de aquella etapa sanguinaria y ausente de legitimidad y algunos se olvidan, o lo han ignorado por mor de una historia oculta y plagada de interesadas mentiras, aquí en Gran Canaria, que uno de los más grandes símbolos franquistas que nos debería hacer reflexionar lo tenemos entre nosotros muy presente aunque cuando se hable de este tipo de cuestiones se mire, en general, hacia otro lado lanzando críticas, justas en este caso, pero no haciendo un necesario examen de conciencia y haciendo cantos, falsos e interesados, a ese hermoso estado de bienestar que nos regala la democracia pero sin poner en práctica lo que ella nos posibilita que es, ni más ni menos, la denuncia de unos hechos injustos y crueles que atentaron contra el derecho que amparaba al Municipio de San Lorenzo y a su población. Vencerá la defensa de que todo lo que se hizo contra la legalidad debe ser declarado nulo por propio derecho.
Se condena, como debe ser siempre condenable, la imposición por la fuerza de cualquier idea o puesta en práctica de un gobierno, sea de izquierdas o de derechas, pero nos olvidamos que las situaciones injustas y sangrientas que atentan contra el bien colectivo no prescriben y así siguen empecinados, políticos y consentidores de símbolos y situaciones injustas, haciendo que continúe presente el horror y la vergüenza, después de tantos años de despropósitos, en la mente de muchos seres humanos que se sienten víctimas inocentes.
Una persona me paraba esta mañana para saludarme y decirme, quizá con algo de ironía, si continuaba con la lucha por conseguir para San Lorenzo la condición que tenía hasta el año 1939. Le dije que sí y que me parecía un desacierto que el Alcalde de la Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria y sus simpatizantes siguieran pidiendo la condición de Capitalidad Europea sin antes limpiar su imagen histórica que se seguía desconociendo por aquellos que tienen que dar el visto buena a tal pretensión. Me parece muy bien que se intente conseguir ese objetivo, porque Las Palmas de Gran Canaria tiene unas características y un patrimonio que es merecedor de tal galardón, cosa que me encantaría, pero antes se deberían de preocupar de presentar ante el gran público, desconocedor de esa barbarie cometida por algunos de los políticos de la Capital de aquellos años, una salida digna a un problema que está presente como símbolo que recuerda la represión, el silencio obligado y la ilegalidad que se cometió con muchas personas, incluidos los hechos de sangre.
Cuando se habla de la Capital, hoy en día, se debe saber que parte de esa zona lleva incorporada otra que pertenece a un Municipio vecino y que como hecho condenable e ilegítimo se debe restituir la condición que tenía hasta el 31 de diciembre de aquel fatídico año 1939 porque sólo nombrar a San Lorenzo nos vienen a la mente asesinatos, fusilamientos y agresiones a inocentes y las injusticias cometidas con esta Jurisdicción. Las Palmas de Gran Canaria ya era GRANDE antes de incorporarse al Municipio de San Lorenzo y hoy lo sería, más si cabe, si se reconociera el derecho que ampara a ese Municipio y que no necesariamente significa separación de la Capital. Con esta ilegal e ilegítima situación se sigue abonando el recuerdo hiriente y castrador de libertades, de memoria pisoteada, de desencanto por la injusticia cometida y no los hechos reparadores de aquella barbarie que cualquiera que se considere demócrata debe defender como defiende la Ley de Memoria Histórica.
No se puede dejar de saber que un alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, Antonio García López, fue cesado al finalizar el año 1936 y nombrado Gobernador Civil para llevar a cabo lo que la Corporación de la Capital pretendía desde hacía muchísimos años y no habían podido llevar a cabo porque la legalidad se lo impedía, entre otros el Real Decreto del año 1934 y la Ley Municipal del año 1935, a la que se hacía alusión, de forma muy ingenua, en el documento de anexión definitiva del Municipio de San Lorenzo al de Las Palmas.
Debido a que no podían conseguir con la legalidad lo que se pretendía se llevaron a cabo una serie de hechos, todos a olvidar por el daño irreparable que hicieron, de la más diversa índole: amenazas a determinadas familias, palizas a determinados hombres y mujeres, asesinatos y encarcelamientos selectivos para dar toques de atención a una población que se resistía a una anexión innecesaria y a la fuerza, voces que pedían el sometimiento con pistola en mano por las calles y comercios, prisión y descrédito para los opositores a aquellas injustas medidas, presiones personales y fiscales a los representantes municipales, cobro de determinados impuestos injustos y todos en el mismo momento para terminar con la resistencia a ser anexionados, establecimiento en la zona de familias que no tenían arraigo al suelo y así no pudieran defender en el futuro las pretensiones de recuperar lo que les pertenecía por ley, promesas incumplidas de una tenencia de alcaldía en Tamaraceite o que la zona debía tener un régimen fiscal diferenciado, el miedo y el terror institucionalizado…y como respuesta a tanto atropello y abandono la MEMORIA de los que no podían expresar sus sentimientos y la desaparición de muchos de ellos, por el imparable paso del tiempo y por la tristeza de soportar un sufrimiento que les corroía y les enfermaba. Todo ello no era suficiente y había que quebrar el pensamiento y el deseo de defender su jurisdicción y se eligió a cinco hombres, a los que yo conocí, sin pretenderlo, hace unos veinte años de boca de Dª Angelina Zamora. Deseaba hablar de todo lo que aconteció y nunca pudo, recordó a su familia, todos de izquierdas y perseguidos y maltratados y humillados y, de repente, aquella sentencia que me entregaba, la de los fusilados de San Lorenzo. Años después sus nombres sonarían por primera vez en la lectura de mi Tesis Doctoral, en Madrid, y los miembros del jurado quedaron impactados e interesados por sus memorias. Hace unos años se publicó uno de mis cuatro libros dedicados a San Lorenzo, que prácticamente se agotó en el día de la presentación. Era dedicado a los fusilados de San Lorenzo y a todos los que habían sido represaliados. Los libros y todos aquellos actos que se hagan para sacar a la luz lo que hasta ahora estaba escondido pasan a ser voces que no se pueden acallar y así los nombres de aquellos cinco hombres quedarán para la eternidad, haciéndoles justicia por haber dado sus vidas por defender sus ideales de izquierda y a su Municipio de San Lorenzo.
El viernes día 12 de noviembre de 2010 se llevarán a cabo una serie de actos y de reconocimientos, impulsados por la Plataforma y por las familias de los fusilados de San Lorenzo, que sufrieron en sus carnes la injusticia y la persecución, el miedo y la angustia durante muchos años. Se inaugurarán placas conmemorativas, un monumento realizado por nuestro Tino Torón y otros reconocimientos. También se han conseguido una serie de calles que lleven sus nombres para que nadie les olvide a pesar del paso del tiempo.
Aquellos cinco hombres fueron elegidos a dedo, a petición del Gobernador Civil, por algunos caciques de San Lorenzo y de la Capital, como forma de acallar la voz de la verdad y de la justicia y por haber sido vecinos de un municipio que se llamaba, y se sigue llamando, San Lorenzo. ¿Por qué se fusiló a estos cinco hombres y no a otros? Había que vencer el no sometimiento de San Lorenzo, amparado por el valor de la legalidad vigente, y una de las maneras era meter miedo a la población, hacer que callara ante la atrocidad de la ilegal e injusta ocupación. Con aquellos inhumanos fusilamientos del 29 de marzo de 1937 se conseguía cerrar las miles de bocas que quisieron hablar y no lo hicieron por el temor a seguir la misma suerte que los que ahora recordamos con emoción y con el triunfo de la dignidad que en ningún momento perdieron. La elección de Juan Santana Vega, alcalde comunista, estaba cantada por ser la persona que estaba al frente de este Municipio nuestro y era representante máximo del triunfo en las urnas de las izquierdas. La de Matías López Morales, de la misma forma, por ser un militar que representaba y difundía, en San Lorenzo, las ideas y los proyectos del Frente Popular. Antonio Ramírez Graña, Secretario del Ayuntamiento, era un joven estudiante universitario que escribía y denunciaba en la prensa determinadas cuestiones y es lógico que los mismos señalados en sus denuncias de prensa fueran los que le señalaran con el dedo. Manuel Hernández Toledo, Inspector de la Policía Municipal, se vio, entre otras razones, también atrapado por ser un conocido hombre del Municipio de San Lorenzo o de unos rumores que le hacían partícipe en un intento de atentar contra Francisco Franco. Francisco González Santana era un padre de familia, uno de los muchos militantes del Partido Comunista en Tamaraceite, que se caracterizaba por ser un hombre de acción y es posiblemente por ello que fue otro de aquellos seres humanos injustamente señalados. Por una razón u otra, conocidas o no conocidas, fueron los elegidos aunque algunos de sus compañeros, quizá con más razones por el papel social que desempeñaban, pudieron ser, de la misma manera, los asesinados por el régimen militar y por el interés de que aquella atrocidad acallara al resto de la población del Municipio de San Lorenzo.
Los interesados asesinos contribuyeron, sin imaginarlo, a que estos cinco hombres consiguieran ese reconocimiento que se llama eternidad, pasando a ocupar esa categoría de seres humanos que por sus logros se convierten en inmortales. De sus asesinos nadie se acuerda y sus nombres han sido borrados por sus propios hechos y por la atrocidad de la que fueron partícipes. A todo aquel que haga el mal, el que atente contra el bien común y contra las libertades de los seres humanos se les reserva el olvido porque incluso no cabe mantener en nuestra memoria colectiva ese daño que se llama rencor y odio porque, de forma indudable, sin pretenderlo, les estaríamos recordando. Sí es tiempo de recordar, de dejar claros los hechos sucedidos y que nuestros fusilados entren a formar parte del patrimonio colectivo sin olvidarnos de los injustamente encarcelados y represaliados que al igual que los fusilados tuvieron la entereza y la fuerza de intentar parar el avance de la barbarie para que se impusiera el triunfó logrado en las urnas.