lunes, 10 de febrero de 2014

Las murgas. En la memoria del carnaval

(De pie de derecha a izquierda):
Enrique Lara, Roque Guerrero del Peñón, Francisco Navarro y José Moreno
El Faro digital.es - 9 de Febrero de 2014 - Francisco Sánchez Montoya
Les puedo asegurar que si existe algo que identifique nuestro carnaval anterior a la prohibición en 1937, son las Murgas y si tuviéramos que nombrar a un autor, este sería, sin duda, Roque Guerrero del Peñón, persona sabedora de cómo hacer una copla para sus agrupaciones. Este nombre para identificar a una agrupación comienza a verse reflejado en los periódicos de la ciudad en la primera década del siglo XX. Los  instrumentos de los que se hacían acompañar eran laúd, guitarra y bandurria, sin caja, ni bombo, y sus componentes eran siete, con su inseparable postulante, acompañado de una caja de madera  con una ranura en la parte superior para ir echando las “perras gordas” que los ceutíes les daban por cantarles alguna copla.

Tan sólo nos han llegado algunos nombres de aquellas murgas, y la información que disponemos es la transmitida a traves de la memoria de nuestros mayores. Pero dentro de la escasa documentación tendríamos que destacar a Francisco Navarro que tocaba el laúd y la guitarra con maestría, de él salían los arreglos y la música, también otros destacados murguistas fueron Enrique Lara, Juan Pozo, José Moreno y como postulante Eugenio Rivas encargado de pasar el calcetín y gritar aquello de “Primera parte una chica, segunda parte una gorda”.

La Murga de Roque Guerrero del Peñón, ensayaban entre la fábrica de gaseosas propiedad de Alba, en el callejón del Lobo, y el patio de la Tahona, en la Plaza de Azcarate. Fueron muchas las agrupaciones, pero desgraciadamente, tan sólo nos han llegado los nombres de algunas: “Marineros en seco con los ases de la pantalla”, “Los representantes del yoyo”, “Los profesores del baile”, “Los jugadores del Golf”,”Los del Wonder-Bar” y los “Rumbistas mexicanos”.  

Tras la prohición del carnaval en 1937, los murguistas siguieron reuniéndose en la bodega que existía en el callejón del Lobo, “La Alicantina”. Roque vivía próximo a ella donde estuvo hasta hace poco la marisquería Silva. La sabiduría de Roque nunca se apagó y mientras vendía sus dulces llamado monas siempre se le podía escuchar alguna coplilla. En 1972, volvió a reunir a su grupo, a petición del historiador Alberto Baeza, para la elección de Maja de España que se celebró en Ceuta.  

Estas son las murgas que nos han llegado, pero a buen seguro, el grupo que capitaneaba Roque Guerrero sacaron otras muchas. El motivo de no saber el nombre de las demás, es muy sencillo, estas agrupaciones no concursaban tan solo salían a la calle a cantar sus coplas de una forma anárquica, sin programa establecido, y en ningún diario de la época se les entrevistaba o se hacían eco del nombre de sus grupos.  Y al ser prohibida tras el golpe militar del 36, muchos rompieron fotos y recuerdos. A uno de estos murguistas, le acusaron en un consejo de guerra, su participación en la agrupación "Las niñas republicanas", acusándolo de cantar coplas contra el clero y la autoridad militar en 1935.

Los establecimientos de aquella Ceuta se llenarían de coplas como el Ritz de José Sánchez Arjona (mi abuelo), en la Plaza Azcarate, donde los murguistas del patio de la Tahona se daban cita. Bar El Sardinero de Lorenzo Lesmes, en la Puntilla, este era un lugar fijo de reunión, principalmente de aquellos que trabajaban en el puerto. También se puede ver en la prensa de aquellos años como los comercios anunciaban sus productos para el carnaval… en la calle Gómez Pulido (Paseo del Rebellin) José Ibáñez anunciaba sus telas, Tejidos La Favorita, Y un curioso anuncio: "Cervecería La Maruja, es la cervecería más alegre y más bien servida, vinos espumosos, licores y tapas de buen humor para el carnaval”. Sin embargo, tan anárquica algarabía no tiene nada de improvisado. Las murgas se preparaban hace casi un siglo, como lo hacen hoy en día nuestras comparsas y chirigotas, con ilusión y noches de ensayos durante varios meses.
 
El comandante general las llegó a censurar
Desde 1923, con la dictadura del general Primo de Rivera las murgas tuvieron que “guardarse muy bien” de no molestar con sus coplas, al poder establecido. El comandante general de Ceuta Manuel Montero en un bando hizo publico y distribuyó  por la ciudad: "No se tolerará que las mascaras o murgas ofendan con coplas, aptitudes, frases o acciones a persona alguna”. Recordemos que el capitán general de Cataluña, lanzó un manifiesto la noche del 13 al 14 de septiembre de 1923 en el que puso fin a la Constitución de 1876. Alfonso XIII le llamó a Madrid y la misma noche del 14 le encargó formar gobierno. El golpe de Estado se prolongará hasta finales de 1929. Pero seguramente los autores de murgas burlarían al bando y sus coplas continuaron satirizando todo aquello que el pasado año de 1923 fue noticia. Llenándolas de alegría y de imaginación las calles de Ceuta, en una explosión incontrolada de libertad. Dónde por unos días, no hay límites, la única regla es el desenfreno, desaparecen los tabúes y las normas, y la más completa expresión de la libertad, es lo que mejor define al carnaval. Como dato curioso en los años veinte al caer la tarde sobre las seis y media un cañonazo desde la fortaleza del monte Hacho, era la señal de que a partir de esa hora no se permitía las mascaras con caretas, por el bando publicado por la autoridad militar.
 
Las murgas durante la Segunda República
La proclamación de la Segunda República trajo consigo una mayor libertad, de lo cual, los autores de murgas se vieron beneficiados. Recordemos que la dictadura del general Primo de Rivera (1923), había traído censura y grandes trabas para poder escribir sus coplas con total libertad.  En Ceuta, desde la llegada de la dictadura, el Ayuntamiento se regia por una Junta Municipal cívico-militar, su primer presidente fue el comandante general, Agustín Gómez Morato.

 Los años treinta hasta la prohibición de la fiesta de carnaval logró uno de sus mayores niveles de participación. La hemeroteca del diario El Faro es testigo de los eventos que se organizaron en esos años. También contribuyeron a este esplendor, los muchísimos peninsulares de la baja Andalucía, que llegaron a nuestra ciudad para trabajar. Estos llegado el mes de febrero formaban sus murgas como hacían en sus pueblos de origen, sumándose a los ya existente.

Recordemos que en la década de los años veinte, la población en Ceuta, aumentó de una forma a veces alarmante. Con la creciente intervención militar y económica de España en el Protectorado, la ciudad se convirtió en tribuna, retaguardia y frente de esta aventura.  Desde 1900 a 1910, aumentó la población en 10.638 habitantes, de 1910 a 1920, el ritmo de crecimiento es todavía mayor, 11.312 habitantes, son los años de la guerra de África, el comienzo de las obras portuarias ó la inauguración de la línea férrea con Tetuán (1918). En el decenio 1920 a 1930, la población aumenta de forma vertiginosa en 15.395 personas. En los albores de la proclamación de la II República, ya cuenta con unos 50.000 habitantes. En estos años junto al autor de carnaval Roque Guerrero, también habría que reseñar a José Moreno, su hijo Eduardo hace unos años me relató como organizaba su padre las murgas. “El año que sacaron los Rumbistas Mexicanos, me acuerdo que faltaba una semana para comenzar el carnaval y tenían todas las coplas preparadas y ensayadas desde hacia bastantes meses, pero tenían problema con el tipo (disfraz), ya que la cosa estaba, como hoy en día, muy precaria. Se dirigieron al patio de la Tahona, en la Plaza Azcarate, y la mujer de uno de los componentes llamado Palmones que era modista, les dio la idea y se fueron a Casa Bentata, compraron unos retales por quince pesetas y con mucha imaginación se lo hicieron. Las murgas desde por la mañana durante los tres días de carnaval estaban recorriendo las calles y sobretodo los bares de la época como El Preferido, Bar Kin, La Perla, Hispania, Campanero Chico, Casa Julián y por la noche la visita a los bailes públicos, no podía faltar al Teatro Cervantes.

 A últimos de la década de los años veinte un hecho fue muy comentado entre las personas que presenciaban el paso de las carrozas y se vieron sorprendidas en el balcón de la familia Orozco: Estaban asomados y una gran carroza que imitaba un barco de guerra, iba disparando salvas, se detuvo delante de ellos, sacaron una escalera y entraron por el balcón, donde cantaron unas coplas.

En aquella ciudad de calles estrechas se organizaban verdaderos techos de serpentinas al cruzar las mismas de un balcón a otro, esta llegaba a cubrir toda la calle, a veces las serpentinas en el suelo llegaba a los tobillos.  Tal y como nos contó la zona de la calle Camoens por su estrechez era uno de los puntos clave en la “bulla” carnavalera; lugar de encuentro entre los que iban al Teatro del Rey, a los bailes, y los que salían o iban al Casino Africano, Casino Militar o el Circulo Reformista en la Plaza de los Reyes.
 
Bailes de Carnaval en el Teatro del Rey
Desde que se inauguró el Teatro del Rey en 1915, tras la República Cervantes, los bailes de carnaval se celebraban en este coliseo. Nada más terminar las fiestas de reyes, las distintas asociaciones comenzaban a preparar sus festejos. El Ayuntamiento comprobando la máxima afluencia y los muchos ceutíes que se quedaban fuera por no pertenecer a estas asociaciones creo lo llamado “Bailes Públicos”, donde no hacia falta ser socio de ninguna entidad. Eran una verdadera explosión de alegría e imaginación, así como de participación de todo el pueblo. La gente iba al mercado vestida de mascaras, los balcones estaban adornados con mantones, al igual que las carrozas que salían a recorrer las calles, con grupos ataviados con sus mejores máscaras, ante una gran nube de confetis… En las calles se empezaban a vivir los carnavales bastantes días anteriores y los establecimientos mostraban sus prensas. Era muy esperada las rebajas de Comercial Barchilón, con sus mejores telas de muaré, de raso, y los tules para los vestidos de noche. Casa Basadoni, también mostraba los trajes de noche y telas. Las murgas recorrían las calles con sus coplas desde media mañana hasta altas horas de la noche.

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