Memoria Pública 14/7/16
En realidad, no fue el 18, fue el 17. Y no fue en España, sino en el
Protectorado de Marruecos y nació matando. Los militares que venían
conspirando contra el Gobierno de la República no las tenían todas
consigo, pues no faltaban notorios conspiradores que daban la impresión
de nadar y guardar la ropa, entre ellos, el mismo general Franco,
comandante general de Canarias. Una profunda desconfianza, una
permanente sospecha y algunos enfrentamientos a tiros habían enrarecido
el aire de los cuarteles y obligado a posponer en varias ocasiones el
día de la rebelión. El “El Director”, el general Mola, había exigido el
empleo de la máxima dureza, o sea, fusilamiento con o sin consejo de
guerra, contra quienes se opusieran a la acción una vez emprendida. Pero
al escribirlo pensaba en las autoridades republicanas, en los
dirigentes de partidos de izquierda y de los sindicatos obreros, no en
sus conmilitones. La insurrección, proyectada para las primeras horas de
la mañana del 18 de julio, se fraguo geográficamente en el Archipiélago
Canario y comenzó, sin embargo, antes de lo previsto en Marruecos, con
el tiro a bocajarro a los jefes indecisos, allí mismo, en los despachos
de los cuarteles, entre voces y griterío.
La primera víctima, el general Romerales, marcó la norma futura: para
garantizar el éxito había que liquidar, como primera providencia, a los
jefes y oficiales que declaraban su lealtad al Gobierno legalmente
constituido o que se mostraban remisos y dubitativo. Esas fueron las
primeras víctimas del alzamiento del 18 de julio de 1936, no fueron los
gobernadores civiles, ni los alcaldes, ni los diputados a Cortes, ni los
miembros de partidos políticos de izquierdas o de sindicatos obreros,
sino los generales con mando en el Ejército, uno de los ellos fue
Virgilio Leret. En la Base de Hidroaviones del Atalayón, a pocos km de
la ciudad, el comandante Leret Ruiz fue uno de los pocos que logró
resistir a los sublevados. Durante varias horas hasta que agotó la
munición, momento en que él y sus pocos hombres se vieron superados ante
los 2 tabores de regulares que fueron enviados para conquistar la base.
Aquella fue la última resistencia en Melilla. El comandante Leret fue
fusilado. El modo de rebelión que se llevó a cabo en Melilla fue el
modelo que en adelante se siguió en el resto del Protectorado de
Marruecos y más tarde en España.
El miércoles 15 de julio Franco recibe en Santa Cruz de Tenerife la
noticia de que el avión Dragon Rapide que ha de trasladarle al
Protectorado español de Marruecos para encabezar el Ejército Español de
África que está previsto que se subleve el sábado 18 de julio, ya se
encuentra en la aeródromo de Gando en la isla de Gran Canaria. Se
traslada allí por vía marítima desde la isla de Tenerife sin levantar
sospechas gracias a que tiene que asistir al entierro del general Amado
Balmes, comandante militar de Las Palmas, que acaba de morir de un tiro
de su propia pistola, con toda seguridad asesinado ya que era leal a la
República y Balmes no iba a ser impedimento para Franco. A primeras
horas del sábado 18 de julio el general Franco sale del hotel donde ha
pasado la noche y se dirige a la Comandancia Militar de Las Palmas desde
donde proclama el estado de guerra en todo el archipiélago. Todos los
edificios oficiales son tomados por los militares sublevados y los
gobernadores civiles de las dos provincias son detenidos. En Las Palmas
se declara la huelga general pero el intento de algunos grupos de
obreros de llegar al Gobierno civil es impedido por las fuerzas
militares. En Santa Cruz de Tenerife, donde se encuentra el general
Orgaz por haber sido desterrado allí por orden del gobierno, la
resistencia obrera al golpe es mayor y las tropas han de salir a la
calle. Ese mismo día 18 de julio se da a conocer en Tenerife un
Manifiesto redactado por el general Franco en el que justifica el
alzamiento militar y que termina con vivas a España y al “honrado pueblo
español”. A mediodía el archipiélago canario está bajo el control de
los sublevados.
Ahora el camino estaba libre. Franco sabía que los que los efectivos
militares facciosos que se alzaron en la Península fue de hecho muy
limitada, por lo que los golpistas tuvieron que recurrir necesariamente
al Ejército de Marruecos para dominar la situación. Trasladados en
barcos y aviones alemanes llegaron a las costas andaluzas cinco unidades
de fuerzas regulares indígenas marroquíes del protectorado, más la
Legión la tercera parte de la cual estaba formada por extranjeros: en
total, 20.000 hombres disciplinados y combativos. El desembarco en
España de aquel contingente de tropas mercenarias y extranjeras alteró
profundamente el equilibrio de fuerzas y aterrorizo psicológicamente al
país. Dejaron un recuerdo terrible de asaltos a sangre y fuego, saqueos
(tenían derecho al pillaje y botín de guerra), violaciones y matanzas.
Agradecido por su ayuda , Franco, decretó «un aumento de la soldada para
las fuerzas indígenas de Marruecos y los legionarios, que con tanto
entusiasmo se han unido al Movimiento». La primera recompensa concedida
por el general Franco al principio de la guerra fue para el gran visir
de Tetuán, Sidi Ahmed El Ganmia, a quien condecoró personalmente con la
Cruz Laureada de San Fernando, la máxima condecoración militar española.
Se expresaba así oficialmente el reconocimiento para con aquellos que
habían constituido la fuerza de choque inicial y decisiva. o es ninguna
osadía afirmar que la participación de la fuerza militar marroquí fue
decisiva en la guerra, y que favoreció que se inclinara la balanza a
favor de los generales alzados frente al Ejército de la República,
inferior en cuadros de mando y en efectivos. Franco pudo hacer la guerra
gracias a estas tropas antes de recibir la ayuda de Hitler y Mussolini
en armamento militar pagado por el mallorquín Juan March. Este
lamentable cúmulo de circunstancias internacionales y la sangrienta
matanza de generales, jefes y oficiales del Ejército español, fieles a
la República y asesinados en el curso de aquella triste jornada en
Melilla, constituyen lo que los vencedores llaman el “alzamiento
nacional” y los vencidos golpe de estado. Una diferencia importante: la
sublevación contra un gobierno elegido por el voto popular y un caudillo
elegido por la gracia de Dios.