martes, 24 de junio de 2014

Ceutíes en la División Azul

 
Francisco Sánchez Montoya El Faro digital.es 22/6/14
Cuando apenas se cumplían cinco años del golpe militar del 36, en el verano de 1941, varios cientos de jóvenes ceutíes marcharon al frente del Este, el escenario más sangriento de la Segunda Guerra Mundial.
 
La invasión alemana de la Unión Soviética era para ellos la continuación de la Guerra Civil en otros frentes. Pero más allá de cuáles fuesen las motivaciones que llevaron aquellos jóvenes a enrolarse voluntariamente en semejante empresa, y muchos de ellos jamás regresaron a su tierra.

La despedida se realizó en el estadio Alfonso Murube, fue un 8 de julio de 1941. Destacando en esta aventura belicista el alcalde Jacinto Ochoa y el concejal Tejero Benito, entre otros. Apenas un año después están de vuelta, y en el salón del trono el alcalde franquista Vidal Fernández, junto a los miembros de la falange local le rinde un homenaje, con la acostumbrada misa y ofrenda floral en la Cruz que se construyó, en la puerta de la catedral.  

Abría que realizar un trabajo de investigación para recabar más datos sobre cuantos ceutíes formaron parte, su identidad, en los frentes que estuvieron destinado, así como el número de bajas… en un suelto encontrado en la prensa, que hay que tratar con toda cautela,   se escribe que salieron 1.682 soldados y 63 oficiales que, por su experiencia en combate, tenían muy poco que ver con el resto de la fuerza expedicionaria -la mayoría, voluntarios falangistas-.

Muchos al volver estaban enfermos y a los pocos años fallecieron a consecuencia de las calamidades que pasaron en tierras del Este. Entre los escasos documentos localizados tenemos lo publicado en el boletín Oficial de Ceuta, del 14 de Mayo de 1942, donde se incluye una resolución del Ayuntamiento, que dice: “Hacer constar en acta el sentimiento de la Corporación por el fallecimiento del Teniente de la División Azul don Ignacio Sánchez de Bilbao y trasladar este acuerdo al padre del finado, Excmo. Sr. General Jefe del noveno Cuerpo de Ejército y Delegado del Gobierno en esta ciudad”.

 La cifra exacta de los enrolados no se tiene, pero se baraja que en torno a 46.500 españoles tomaron parte, hasta que concluyó la misión en otoño de 1943, de los que se estima que 5.000 perdieron la vida a causa del combate y de las duras condiciones meteorológicas del invierno ruso.

Tenemos el testimonio de un sargento de Regulares destinado en la ciudad y que luchó en la División Azul, el testimonio lo recogemos gracias a la Fundación Saber.es. Félix Robles Martínez estaba destinado en Ceuta cuando su compañía fue elegida. Todos los militares que formaron parte de este contingente se reunieron en Madrid el 16 de julio de 1941 para salir, vía Hendaya, a la Europa en guerra, recuerda el sargento ceutí. “Era el día del Carmen y en Madrid no funcionaban ni los taxis. Habían ido a verme mi madre y mi padre, pero no fueron capaces de encontrarme y me fui sin despedirme de ellos. La primera parada de aquel viaje fue en un campamento nazi, donde los soldados españoles de Muñoz Grandes éramos adiestrados en la lucha, juraban fidelidad a Hitler e, incluso, aprendíamos a combatir la guerra química”.

De ese modo, la vida de estos jóvenes ceutíes pasó de la agradable temperatura de la ciudad a la gélida estepa. Y el aliado más cruel, como tantas veces se ha dicho, fue el invierno, terminando su recordatorio el joven sargento de Regulares: “Tuve que masajear a muchos compañeros las piernas y los brazos. Todo se les quedaba congelado. Hasta la sangre parecía morada bajo la piel. Murieron muchos que no tenían que haber muerto... Después de cruzar Europa en busca de la guerra, después de padecer la crudeza del invierno polaco, quedaba, en el mejor de los casos, el viaje de vuelta: «Yo no volví derrotado de Alemania. Fui repatriado en 1943, después de que me liberaran de mi juramento a Hitler”.
 
Historia de historias
Una buena parte de los voluntarios ceutíes recibieron un homenaje en el salón del trono del Palacio municipal, las imágenes del archivo municipal de Ceuta, que acompañan a este reportaje dan buena cuenta de ello, fechadas el 5 de agosto de 1942. Para trasladarnos a esos años tenemos que ponernos en situación e imaginarnos el ambiente belicista y eufórico que se respiraba en la Europa de la época y más en concreto en la España franquista llena de represión.

Y hubo represaliados políticos por el régimen franquista, como el actor Luis Ciges, hijo del gobernador civil de Ávila fusilado en 1936, a quien no permitieron continuar estudiando Bachillerato y que recibió como solución su alistamiento en la División Azul.

Según el autor del libro "La División Azul, Rusia, 1941-1944", Jorge M. Reverte, los silencios y las preguntas entre los combatientes eran la tónica en su viaje a la estepa rusa "¿cómo podemos soportar tanto sufrimiento si no sabemos cuál es nuestro objetivo? ¿Es más noble nuestro propósito que el de los soldados alemanes? ¿Qué nos distingue de ellos?". Martínez Reverte estudia la División Azul como "una historia de historias, la historia de un viaje que empieza el 22 de junio de 1941 en Madrid, en una ciudad que a la vez, se muere de hambre y de tifus".

El autor repasa la historia de los voluntarios españoles que engrosaron las tropas hitlerianas en el frente ruso. El 13 de julio de 1941, miles de personas despedían a los primeros voluntarios españoles dispuestos a batallar en la II Guerra Mundial. Adolf Hitler había autorizado la incorporación de tropas franquistas y el dictador español accedió a aportar voluntarios. Tras semanas de instrucción en Grafenwöhr, cerca de Múnich, se formó la 250º división alemana formada por 18.000 hombres.

Durante los tres años que duró la misión viajaron a Rusia unos 47.000 soldados, mandados por los generales Muñoz Grandes, primero, y Esteban-Infantes, después. Sin embargo, el entusiasmo por la lucha contra los comunistas giró a la vez que el sentido de la guerra.

Aunque la dictadura franquista no intervino oficialmente en la Segunda Guerra Mundial, el dictador envió a voluntarios españoles para que se unieran a la Wehrmacht. De este modo, podía mantener la neutralidad española mientras simultáneamente compensaba a Hitler por su ayuda durante la Guerra Civil Española. El ministro español de Asuntos Exteriores de la época, Ramón Serrano Súñer, creó un cuerpo militar, al principio de la Operación Barbarroja, y Franco envió una oferta oficial de ayuda a Berlín. Hitler aprobó el uso de los reclutas españoles el 24 de junio de 1941. El reclutamiento se detuvo cuando se alcanzaron efectivos suficientes para formar una división, cuyos elementos serían jefes y oficiales voluntarios provenientes del Ejército español, reclutados en jefaturas provinciales de toda España.

Hubo quienes se alistaron en la División Azul por no haber podido participar militarmente en la Guerra Civil, como el caso del falangista Dionisio Ridruejo, poeta y contribuyente a la letra del "Cara al Sol", al que convencieron para ser Director General de la Oficina de Propaganda de Franco en lugar de ir al frente como tantos otros falangistas. Los integrantes de la División Azul partieron de España con los uniformes de sus unidades de origen, del Ejército de Tierra o de las milicias de la FET y de las JONS. Al llegar a Alemania y recibir el uniforme de la Wehrmacht, los falangistas se negaron a dejar la camisa azul, que llevaban en sustitución de la reglamentaria, por lo que la división se empezó a conocer como División Azul.
 
En 1945 vuelven los prisioneros
La II Guerra Mundial terminó en 1945, pero para algunos españoles duró diez años más. Cuando todos los prisioneros de guerra de las potencias beligerantes habían sido ya liberados, quedó un residuo de 300 españoles en los campos de concentración de Rusia. Y eso que España no había participado en la contienda mundial... Hubo que esperar a que se muriese Stalin para negociar a través de la Cruz Roja la repatriación de los últimos de la División Azul. Casi un año justo después del fallecimiento del zar soviético, el Semiramis, un destartalado buque griego con bandera de conveniencia panameña, recogió en Odessa una carga de hombres que habían vivido la más amarga de las experiencias: la de sentirse olvidados por la historia, presos sin límite de condena en las duras condiciones de los campos soviéticos. Aquellos oficiales que mandaban a esas tropas eran militares de carrera de ideas falangistas y veteranos de la Guerra Civil. Uno de los personajes más interesantes fue José Miguel Guitarte, consejero nacional y jefe del SEU en el momento del alistamiento, en julio de 1941. Otros dirigentes del SEU que combatieron junto a Guitarte fueron su secretario general, Jesús Gutiérrez, el Secretario General del Servicio Profesional, José María Moro y el Secretario General del Servicio Exterior, José Hernández Cuevas.

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