domingo, 7 de julio de 2013

Santa Cruz conserva el cinturón defesivo de la II Guerra Mundial

Las baterías en la cordillera de Santa Cruz, que permitían dirigir el tiro de los cañones de San Andrés y el Bufadero. Foto 
El Barranco de Santos guarda siete depósitos de combustible de 80.000 litros cada uno realizados hace 67 años para proteger a la ciudad ante el riesgo de una invasión aliada

La Opinión de Tenerife - 02.04.2013
Han pasado 67 años desde que el Ejército español comenzara a construir el último cinturón defensivo de Santa Cruz de Tenerife. Aquella armadura hecha en los primeros años de la dictadura franquista para proteger Tenerife de una eventual invasión por las fuerzas aliadas en la II Guerra Mundial estaba hecha principalmente de hierro y todavía se conserva en pie, oculta a la vista. Tal es así que la mayoría de los santacruceros ni siquiera sabe que existe.

Costó 3.200.000 pesetas, 18.000 euros de hoy y una fortuna para la época, poner en pie el fortín en el Barranco de Santos. Se tardó tres años en terminarlo y en ese tiempo, el peligro que justificó su construcción se había disipado hasta el punto de que nunca llegó a utilizarse. La defensa chicharrera se hizo bajo la premisa de poner a salvo un preciado y básico bien: el combustible. De acuerdo con la información del Archivo Militar Intermedio de Canarias, los ingenieros militares consideraron que la protección del Archipiélago canario requería asegurar el suministro de combustible dado el creciente volumen de consumo en las Islas y las necesidades del propio Ejército.

La Refinería, que abastecía de combustible tanto al Archipiélago como a la Península, hacía especialmente vulnerable a Santa Cruz de Tenerife. De ahí que el Mando Económico y Militar del Archipiélago, creado en el verano de 1941 y que concentraba en un mando único a los tres Ejércitos, decidiera fortificar las posibles zonas de desembarco. Por eso, los túneles del cinturón defensivo de la capital tinerfeña está compuesto de siete depósitos con capacidad para 80.000 litros de fuel cada uno y al abrigo de bombardeos.

No se trataba de un temor infundado. Existen documentos que avalan la existencia del peligro. Estos legajos históricos revelan que, una vez estalla la II Guerra Mundial, los aliados planifican en 1940 una operación para ocupar militarmente el Archipiélago canario. Se trataba de una invasión capitaneada por el Reino Unido bautizada con el nombre de operación Pilgrim.

Además, hay constancia de que durante la II Guerra Mundial, la capital tinerfeña fue sobrevolada por aviones americanos con base en Kenitra (Marruecos) en actos que constituían una violación del espacio aéreo español. De hecho, estas operaciones fueron contestadas por el fuego antiaéreo de las Islas. Desde Tenerife hubo un total de 41 acciones de fuego antiaéreo. Dos reflectores, situados en la montaña del barrio de La Alegría y enfrente de la sede del actual Instituto Oceanográfico de Canarias apoyaban estas acciones.
Fue ante el sonido de los tambores de guerra que la autoridad militar decidió fortificar las Islas concentrando el esfuerzo fundamentalmente en Gran Canaria y Tenerife. Inglaterra había agrupado a unos 5.000 hombres y los barcos necesarios en Escocia, por si Franco permitía la entrada de tropas alemanas para ocupar Gibraltar. Para este plan, denominado Chutney, se planteó la ocupación de Gando y el Puerto de la Luz. Los británicos se dieron cuenta de que para ocupar Canarias necesitaban por lo menos 25.000 hombres y se pusieron como fecha para llevar a cabo la ofensiva mediados de septiembre de 1941. España, sin embargo, consiguió neutralizar la operación, movilizando el 15 de julio la guarnición de las Islas, dos divisiones con un total de 25.000 hombres.

Aunque garantizado el rechazo de una posible ofensiva con efectivos humanos, el mando observó que sin combustible era imposible resistir un asedio. Por ello, los ingenieros militares recibieron el encargo de asegurar el abastecimiento de carburante para hacer funcionar la maquinaria bélica en caso necesario. Resguardar el combustible bajo tierra, pero en un lugar accesible fue la solución que dieron y calcularon que tendrían suficiente con 560.000 litros.

Los siete depósitos de 80.000 litros de capacidad se encuentran en el interior del Barranco de Santos, al lado de la ermita de La Candelaria. Se hallan a 20 metros de profundidad y fueron fundidos en la empresa Altos Hornos de Vizcaya, en el Puerto de Sagunto. Viajaron hasta Tenerife en algún momento de 1945, ya que la obra para su instalación en Santa Cruz comenzó en febrero de 1946. Por entonces, hacía seis meses que había finalizado la II Guerra Mundial, pero el proyecto, ya muy avanzado, siguió adelante.

Los militares buscaron para instalar estos depósitos un lugar que fuese capaz de soportar el impacto de bombas de aviación de hasta 500 kilos de peso lanzadas desde 1.000 metros de altura. El espacio ideal era una galería de agua, de las muchas que abundan en Tenerife.

Pero no valía cualquier galería. Debía tener unas determinadas dimensiones. Cinco metros de longitud y tres por tres metros de ancho era el tamaño adecuado para conseguir que los depósitos estuvieran aislados del exterior y pudieran circular camiones por el interior.

Según el proyecto técnico, la instalación requería una ventilación que fuese capaz de desalojar de inmediato los gases que se generaran en el interior. Además, precisaba un buen camuflaje. En esta línea, un escrito de la Comandancia de Obras de Tenerife planteaba que los lugares más convenientes para la instalación de los citados depósitos eran "construcciones ordinarias" a las que se les diera "el aspecto exterior de viviendas con una sencilla pista de acceso", para conseguir así "un perfecto camuflaje".

Durante el proceso de búsqueda del lugar adecuado para la instalación de los depósitos, se evaluaron diversos emplazamientos. Montaña Pacho, San Roque, Pico Colorado, la Montaña de Ofra, la Montaña de Taco, así como zonas elevadas de La Orotava y Granadilla fueron algunas de las opciones. Además, los militares sopesaron colocar fuertes defensivos de este tipo en otras islas. De este modo, en La Palma se eligió colocar un depósito al norte de la capilla de Las Nieves; en Gran Canaria, dos en La Isleta y otros dos a la entrada del Barranco de Guanarteme y a la entrada del Barranco del Cardón; en Fuerteventura, otro en la carretera de Antigua con el Barranco de Risco Prieto; y en Lanzarote, en la Montaña de Guatisea.

Los vecinos de la zona que guardan memoria de las obras que se realizaron en el lugar refieren hoy cómo los trabajadores dinamitaban la montaña para hacer hueco a los depósitos. Los trabajos de instalación de los depósitos de hierro en Tenerife terminaron a principios de 1949, con el fantasma de la invasión ya muy alejado. Aún antes del fin de la guerra fría, pero ya con el Muro de Berlín a punto de caer, el Ministerio de Defensa procedió en 1988 a la desafectación de los terrenos donde se llevó a cabo esta obra de ingeniería, eliminando con ello la posibilidad de darles utilidad defensiva.

Acceder a ellos nunca fue fácil. En la época en que fueron construidos había que sortear lo que iba a ser el cuerpo de guardia y el habitáculo donde tenía que dormir la guarnición encargada de su vigilancia. Llegar hasta los depósitos hoy resulta igualmente difícil, ya que el Ayuntamiento de Santa Cruz tapió las tres entradas que tenía. Durante un tiempo, antes de que la administración municipal cerrara el acceso a la galería de los combustibles, el lugar fue utilizado por delincuentes que desguazaban y escondían en su interior motos robadas.

Para entrar hoy en la galería es necesario contar con la ayuda de los bomberos y eso es lo que hizo la opinión de tenerife para poder visitarla, verificar su estado actual y escribir de ello. Los bomberos de Santa Cruz, con el apoyo de un camión autoescala, descosieron parte de la malla que protege a los turismos de desprendimientos de cascotes en el acceso a la galería. La única entrada disponible hoy mide unos seis metros de largo, cuenta con varios escalones y está situada a 12 metros de altura. Al final del mismo se encuentra uno de los tanques que tiene una altura de tres plantas y aparentemente se halla en buen estado.

El depósito cuenta con un cinturón de hormigón anclado por cuatro puntos. El depósito está protegido por una bóveda de ladrillo rojo y conserva el encalado, a pesar de la humedad y las filtraciones de agua. Desde la entrada varias tuberías y llaves conducen hasta uno de los depósitos. Una escalera de hierro baja hasta los cimientos. Las paredes son gruesas para soportar el impacto de bombas de aviación de 500 kilos de peso, como se detalla en el proyecto.

Según los vecinos del lugar, hasta fechas recientes solía visitar la zona un hombre al que apodaban el sargento y que vivió varios años en las instalaciones. También recuerdan que, con las obras, llegaron al menos dos matrimonios peninsulares que estuvieron residiendo en el lugar unos dos años.

Pasados 64 años de su finalización, la obra de ingeniería resulta espectacular a la luz de los focos, más todavía si se piensa en los medios con que se contaba en aquella época. Tras la visita, las chapas que tapian la entrada vuelven a su sitio, así como la malla protectora. La maleza, que ocupa gran parte de las instalaciones llamadas a ser la gasolinera secreta del Ejército, lejos del mar y de miradas indiscretas, mantiene el cinturón defensivo de Santa Cruz intacto y camuflado entre el vecindario de lo que fueron los arrabales de la ciudad.

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