lunes, 14 de marzo de 2016

Un documental recupera la memoria de los árabes que combatieron en la Guerra Civil

Nayati Sedqi y parte de su familia, en una imagen rescatada por Amal Ramsis
Carmen Rengel 6/3/16
Ernest Hemingway y Martha Gellhorn contaron al mundo cómo jóvenes de Estados Unidos peleaban en las Brigadas Internacionales para frenar a las tropas de Francisco Franco durante la Guerra Civil (1936-1939). Robert Capa fotografío a esos mismos amigos de la República pero con pasaporte francés en Barcelona. Y Christy Moore le cantó a los irlandeses que viajaron "de Dublín a Villa del Río", refuerzo extranjero para la primera guerra europea contra el fascismo. 

Esa estampa está clara: la de los occidentales, europeos, norteamericanos, que se enrolaron en una contienda que creían propia. Sin embargo, entre los cerca de 60.000 foráneos que acudieron a España en esos años, entre los 15.000 que se dejaron la vida, también había árabes idealistas, unos mil, que acudieron desde el Norte de África y Medio Oriente para defender al Gobierno republicano. 

Hasta ahora han estado prácticamente ignorados por la historia y, por eso, la cineasta egipcia Amal Ramsis ha decidido recuperar su memoria en un documental ahora a medio rodar llamado Venís desde lejos, un homenaje a los versos que Rafael Alberti dedicó a estos soldados que traspasaron fronteras.

Es conocida la presencia de marroquíes en la Guerra Civil, obligados a combatir por el bando nacional que ya controlaba el antiguo protectorado, llevados en barcos a la Península Ibérica sin saber "ni dónde iban ni con quién iban a pelear", como resume la directora. Eran los llamados moros de Franco. Mucho menos pública es la labor de algunos de sus compatriotas, muchos argelinos, iraquíes, egipcios, sirios, libaneses, saudíes y palestinos, que se incorporaron a columnas anarquistras, troskistas y comunistas. 

Eran hombres pertenecientes al creciente movimiento de izquierda arabista, previo a las descolonizaciones, alejados de connotaciones religiosas. Gotas casi, en un ejército republicano de 750.000 efectivos, pero muy activos, movidos por sus principios e ideas, hasta el punto de que una de sus tareas centrales fue la de convertir a los árabes del bando nacional y convencer a los a veces recelosos republicanos de que ser árabe no era, necesariamente, estar con el fascismo.


Ramsis descubrió la presencia de árabes en las Brigadas durante una estancia de formación en España, en Madrid y Granada. Leyó a los investigadores Nieves Paradela y Salvador Borafull, pioneros en este rescate de su figura, y así dio con la historia que ahora es el hilo conductor de su película, la del palestino Nayati Sedqi, antiguo secretario general del Partido Comunista palestino. 

Nacido en Jerusalén en 1905, de padre turco y madre palestina, contactó con el PC local siendo empleado de Correos; entonces la formación, bajo mandato británico, aglutinaba tanto a palestinos como a judíos. Sedqi se tituló en Económicas, ejerció como periodista y se hizo visible en su partido, por lo que sufrió en casa la persecución de la potencia colonial. Viajó a Moscú, a París, tejiendo lazos internacionales con otros comunistas, y en 1936, estando en Rusia, se trasladó a España "para encargarse de la propaganda antifranquista destinada a los marroquíes que luchaban en el bando rebelde", escribe Borafull

Entró por Portbou (Girona) como voluntario. Su destino fue el frente de Madrid, como dejó escrito en sus memorias, ahora leídas en el documental por su hija Hind, residente en Grecia, el último puerto de la familia de refugiados palestinos en que acabó convirtiéndose la de Sedqi cuando se declaró el estado de Israel. "Vengo a defender Damasco en Guadalajara, Jerusalén en Córdoba, Bagdad en Toledo, Cairo en Cádiz y Tetuán en Burgos", decía. 

Sedqi se dedicó a publicar en medios como Mundo Obrero, fue a Córdoba para tratar de convencer -desde las trincheras y megáfono en mano- a los árabes nacionales, para que cambiaran de bando. Desde Argelia, quiso crear una radio "emitiendo en árabe, dialecto marroquí y bereber" que promoviera los valores republicanos, pero frustrado, sin permisos, acabó en Damasco, en cuya prensa siguió alertando de los peligros del fascismo para España y buscando apoyos para su causa. 

UN DRAMA PERSONAL
Venir a España, como cuenta en su obra Ramsis, le costó a este palestino un precio personal incalculable. Él y su esposa, por seguridad, dejaron en Moscú a su hija Dawalt, en una especie de orfanato del partido. "Sólo la dejaron con un albornoz, que conservó durante años", cuenta en el documental su hermana menor. Una prenda con el olor de la madre perdida por la guerra y la posguerra. Las divergencias en el seno de los comunistas, ante los que él defendió el derecho a una "Palestina independiente", le hicieron romper con Moscú. Y allí que se quedó su pequeña. No se pudieron volver a ver hasta pasados 25 años. 

Con su hija lejos, los Sedqi fueron peregrinando. Ya no más a casa, expulsados por el avance de Israel desde su Jerusalén original. Sí a Líbano, donde se toparon con otra guerra civil (1975-1990) y, finalmente, a Atenas. Hoy su hija mayor ni habla árabe. El precio de las guerras. 

¿QUE NO HAY COMPROMISO?
Amal Ramsis -entre otras cosas, fundadora y directora del Festival Internacional de Cine de Mujeres de El Cairo- no sólo quiere hacer un ejercicio de memoria con este documental, sino de reivindicación. Quiere "refutar" la idea "estereotipada" de los árabes poco comprometidos con otras causas que no sean las propias, poco activos en política, y más si no es la doméstica. Los hombres que fueron a España son parte de ese grupo que sí se enroló en los grandes movimientos ideológicos del siglo pasado.

Y tampoco deben arrastrar, insiste, la etiqueta de "musulmanes", porque su pelea nada tenía que ver con la religión: entre ellos había alguno que la profesaba y quien, como los mayoritarios comunistas, la desterraban. "Cuando hablamos de los italianos, de los alemanes, no hablamos sobre los cristianos que vinieron a la Guerra Civil española, entonces, ¿por qué lo hacemos con los árabes?", se pregunta.
Ese mundo sin límites, en los que los ideales saltaban barreras, es hoy una quimera, reconoce la directora. Hoy no puede ocurrir lo mismo porque "las fronteras están cerradas hacia un lado, pero abiertas hacia el otro. En los años 20, 30 y 40 estaban abiertas para todo el mundo". "Ahora los árabes se ven como terroristas y como inmigrantes ilegales. En ese momento había otra realidad que no tenemos que olvidar. Tenemos que pensar en la frontera de una forma distinta", añade.

En su intento de sacar adelante este proyecto, del que ya tiene rodado la mitad, la cineasta ha impulsado una campaña de micromecenazgo (crowdfunding). Necesita unos 23.000 euros, de los 117.000 en que está presupuestada la cinta. Así podrá ir a Rusia, Líbano y España, a completar la grabación, y postproducir el documental.